Lionel Scaloni, sinónimo de valentía y carácter. El padre de la Scaloneta, un estilo de vida: diseñó un equipo, levantó la del Mundo y dejó a sus críticos con la boca abierta.
Se lo miró de reojo cuando llegó para hacerse cargo de una selección vapuleada después de varios tropezones y una eliminación mundialista que pedía cambios urgente. Lo tildaban de ignoto, pusieron en duda su capacidad. No había dirigido ningún equipo a nivel clubes y apenas tenía experiencia en las juveniles de la Selección Argentina, pero puso lo que había que poner.
Asumió como técnico interino tras la salida de Jorge Sampaoli, mientras buscaban alguien de renombre como Marcelo Gallardo, Diego Simeone o Mauricio Pochettino que se animara a agarrar un fierro caliente tal como lo era en ese entonces el combinado nacional. Todos lo esquivaron.
Hacía falta un valiente que tomara coraje para sacudir las raíces y devolverle a Argentina el fútbol, el entusiasmo, la unión, el cariño con la gente, la confianza y sobre todo apostar a nuevos nombres. Y el hombre de Pujato dijo 'Aca estoy'. No temió.
Después de seis partidos amistosos como entrenador provisorio, fue confirmado por la AFA al mando de la selección de cara a las Eliminatorias para el Mundial. Este Mundial. El que ganó. Hizo que el equipo trabaje en función del ingenio de Lionel Messi, y no que solo Messi haga todo el trabajo.
Lo logró no sin antes aferrarse a su idea, buscar futbolistas que adoptó como propios y diseñarlos a su estilo. Fue entonces cuando forjó una defensa con Cristian Cuti Romero, otro desconocido, pero que Scaloni descubrió. Toda de él. También un medio campo con Rodrigo De Paul, un cómplice perfecto como Leandro Paredes y una delantera con Lautaro Martínez, ese que en una época "no tenía roce europeo" para los otros DT.
Después surgieron nombres como Julián Álvarez, Enzo Fernández, Alexis MacAllister, Nahuel Molina Lucero, Lisandro Martínez. Y la lista sigue: hizo debutar a 19 jugadores en un Mundial dentro de una lista de 26. Vaya entrenador con carácter para hacer lo que parecía difícil.
La conquista de la Copa América contra Brasil en terreno antagónico despachó detractores. Scaloni se ganó la aprobación y el equipo cautivó al pueblo. Nació la Scaloneta, la denominación a un grupo de futbolistas que el mismo Scaloni convenció, descubrió y formó.
El Scaloni del pueblo, de Pujato y de Argentina, que pasó de ser resistido a ser el padre de la criatura, amado por todos y ahora admirado por aquellos que antes arrojaban dardos como si su cabeza fuera el blanco. No le importó, puso el pecho, la sabiduría, las lágrimas. Se la bancó y entró en ese grupo selecto de los que saben cuánto pesa la que levantó Maradona y la que le hizo levantar a Messi.
El entrenador interino mirado de reojo, ahora mira al mundo desde arriba. A pura valentía, coraje y una cultura de trabajo que estuvo a la altura de la historia de Argentina. Lionel Sebastián Scaloni es un gladiador, un tipo que confía en lo que sabe, un héroe del fútbol argentino. Un campeón del Mundo.