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Enero fue bastante triste en La Feliz y en toda la costa

Desde el año 2001 que no se vive en Mar del Plata un arranque de año tan desolador como el actual. La gente, por el miedo a la inestabilidad y enojada por los abusos, eligió otras playas o fragmentó sus días de descanso en la costa.
La primera quincena de enero fue bastante triste en La Feliz
Final del primer mes del año. Poca gente, playas despobladas y comodidad para trasladarse en auto por las calles o comer en los restaurantes habitualmente más concurridos. La Feliz estuvo triste. 
Hacía muchos años que no se vivía un arranque de temporada tan flojo como el actual, con un 30 por ciento menos de ocupación en relación a la misma franja del año 2015 y con el clima asociándose a esa postal de decadencia que caracterizó a Mar del Plata y, del mismo modo, a la gran mayoría de las ciudades balnearias argentinas.

La tendencia de la gente a no cometer excesos en su presupuesto por temor a la inestabilidad económica del país, sumado a la conveniencia del cambio en las playas de Brasil y a los abusos de una gran parte de los propietarios y comerciantes de las principales ciudades turísticas de nuestra costa atlántica, le dieron marco a un verano inusual, aplacado, opaco.
Y es que esta vez, a diferencia de otros años en los que la gente esperaba hasta último momento para llegar a Mar del Plata y alquilar vivienda una vez llegados a la ciudad, hubo muchos que no se anduvieron con vueltas: consultaron en diciembre y, ante las cotizaciones un 60 por ciento más caras que en el último verano para alquilar casa o departamento, no buscaron un segundo precio. Unos optaron por irse a Brasil, otros por cancelar sus vacaciones y, un tercer grupo, por racionar su descanso a un par de fin de semanas o a un puñado de días.
Así, Mar del Plata adoptó una imagen desoladora. 'Yo vengo mucho a Mar del Plata -contó Eduardo Perdomo, un cirujano de Caballito- desde el año 2001 que no la veía como está hora, con tan poca gente'. Alcanza con recorrer las playas para advertir la escasa concurrencia de gente; 'en los últimos años -relata Juan Carlos, habitué de Punta Mogotes- era complicado llegar hasta el mar si uno venía desde la zona de carpas, por la cantidad de gente que se instalaba en el sector público. Hoy, podés venir hasta la orilla con dos o tres sillitas y elegir dónde acomodarte'.
Algo parecido cuenta Clemente, residente de Mar del Plata, que suele elegir la Playa Varese para disfrutar de las tardes de sol: 'Vino mucha menos gente este año. Y los que vienen siempre, ahora se quedan unos días y se van'.
Germán, de Ramallo, tiene su propia lectura: 'Yo ahorro durante todo el año para darme el gusto, en enero, de venir a descansar a Mar del Plata. Pero cuando llegué me pedían 12 mil pesos por una semana, un departamento de un ambiente. Recorrí un poco y encontré otro, muy parecido, a 5.500. Es un despropósito que hagan eso con la gente. Después se quejan de que viene poca gente'.
En ese sentido, durante las dos primeras semanas del año se hizo muy notoria la decisión de los comerciantes de bajar los precios de los productos; en algunos balnearios, la Coca Cola de 1,25 litro, que ni bien comenzó enero se vendía a 35 pesos, hace unos días pasó a costar 30. Pero este fin de semana se sintió un poco de mayor movimiento y con la llegada de más turistas, la volvieron a subir a 35.
Hubo reducciones en los valores del alquiler de una carpa por día (pasó de 600 a 500 pesos en algunos balnearios), lo mismo que algunos alimentos y servicios de distinta índole. También se dieron casos de restaurantes que pusieron precios diferentes (más caros) para los fines de semana (ver recuadro aparte).
Todos elementos que conspiraron contra el habitual aspecto veraniego de la ciudad preferida por los argentinos para pasar sus vacaciones. Uno de los elementos más contundentes para comprobar estas afirmaciones se encuentra en los restaurantes del puerto, en los que verano a verano, durante la última década, o bien había que llegar muy temprano (a eso de las 20.30) o estar dispuestos a hacer largas colas para disfrutar de una cena a base de pescado.
Lo mismo pasó en el centro, en bares y en pizzerías. Nada de colas y comodidad para andar por las calles. La avenida Colón con tránsito liviano, lo mismo que la avenida Costanera, incluso en las horas pico para ir y regresar de la playa, ésas que años atrás se transformaban en un caos y en las que se andaba a paso de hombre. Pocas dificultades para encontrar un lugar para estacionar en las cercanías del centro y disponibilidad en los hoteles de todas las categorías.
Recién llegando al último fin de semana y coincidiendo con el aumento de la temperatura y la merma del viento que caracterizó a todas las jornadas de enero, se pudo advertir una mayor afluencia de público en las playas. En ese sentido, los operadores turísticos esperaban que se tratara del inicio de la recuperación de la temporada; sin embargo, muchos aseguran que, tal como ocurrió en la primera quincena, la mayoría de los visitantes mantendrán la costumbre de llegar a la ciudad un jueves o un viernes y quedarse sólo por ese fin de semana.
Otro de los indicadores de lo malo de la temporada pasa por el ámbito teatral, en el que los espectáculos están acusando recibo de la malaria. Poco público en las salas y, ninguna de ellas ha podido colgar el cartel de 'localidades agotadas' que, en otros años, era el orgullo de los empresarios.