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La Argentina está condenada a la sojización de su economía

Por qué el Gobierno ni la oposición prometen revertir un fenómeno clave para el crecimiento

Por Ezequiel Burgo
De la edición Online
Eduardo Duhalde dice que la Argentina es un país condenado al éxito. Está por verse todavía si eso es cierto pero lo que sí se sabe es que la economía está condenada a producir más y más soja. En definitiva ¿si la economía creció en todo este tiempo de la mano del yuyo, por qué debería torcerse el rumbo?
Durante los cuatro años del mandato de Cristina Kirchner la proporción de tierras sembradas con soja aumentó significativamente. Al mismo tiempo la economía creció y al Gobierno le fue bien. Además, si se tiene en cuenta que el principal problema de la agenda económica hoy en día, la inflación, no tiene nada que ver con la sojización ¿por qué alguien debería pretender modificar ello en el corto plazo? Una prueba es que ninguno de los candidatos de la oposición prometió eliminar o bajar las retenciones sobre la soja.
La marea verde que se expande a los costados de las rutas creció 3 millones de hectáreas desde diciembre de 2007. Si se tiene en cuenta todo el período kirchnerista el aumento fue de 5 millones de hectáreas. Los expertos señalan la siguiente cuenta para interpretar la magnitud del fenómeno. Actualmente en el país se siembran 30 millones de hectáreas para producir granos, de las cuáles 20 son utilizadas para cultivar soja (dos tercios). Esa proporción en 2003 era 50-50.
Hay muchas interpretaciones de por qué la Argentina se sojizó en los últimos años. Algunas mencionan aspectos técnicos puntuales y otras cuestiones más bien políticas. Entre las primeras conviene señalar tres. La consolidación de un fenómeno que los expertos llaman ‘flight to quality’, el contexto internacional y los propios cuellos de botella de la economía argentina. La discusión política, por su parte, es un mezcla de dos posiciones: la de aquellos que critican las políticas de intervención y la de quienes creen que la 125 podría haber frenado la sojización.

70-30
La historia de los granos en la Argentina es presentada muchas veces como una pelea entre buenos y malos. El trigo y maíz son los buenos y la soja es la mala. Los dirigentes de la oposición y ruralistas critican a esta última porque amenaza con el monocultivo. Lo mismo hacen algunos expertos. Incluso el Gobierno defendió ese discurso durante la crisis del campo en 2008.
Para los economistas, en cambio, es más difícil dividir la historia entre buenos y malos. Ellos hacen las cuentas y ven que en diez años el sector productor de granos pagó U$S 46.500 millones en concepto de derechos de exportación, un monto equivalente casi a las reservas actuales del Banco Central. La conducción de la política económica argentina jamás tuvo un margen de maniobra semejante para hacer política fiscal, monetaria y de ingresos. ¿No es suficiente incentivo para que ningún gobierno altere algo?
La Argentina es un país de 278 millones de hectáreas de las cuales 32 son sembradas para la producción de granos, es decir, algo más del 10% de su territorio. En las dos terceras partes de esas tierras crecen lo que se denomina oleaginosas, básicamente soja. En la tercer parte restante de la superficie hay trigo y maíz.
La relación oleaginosas (soja)-cereales en la Argentina es 60-40 si se tienen en cuenta las toneladas producidas. Pero es 70 a 30 si se mide en superficie sembrada. “Debería tenderse a un reparto más parejo”, dice Gustavo López, consultor de Agritrend. “En Brasil por ejemplo la proporción es fifty-fifty, en Estados Unidos 40-60 y el promedio en el mundo es 30-70”.
Un grupo de expertos reunidos por la Fundación Producir Conservando unos días atrás señaló que el aumento de la producción de soja en los últimos años es la contrapartida de la menor producción de carne, leche, trigo o maíz. Y que los mejores precios del “yuyo”, sumados a las trabas sobre las exportaciones de otros productos, hicieron que los productores se sintieran atraídos por los márgenes de rentabilidad de la soja. ¿Conclusión? “Mientras en 2002 la relación superficie sembrada entre la soja y el trigo-maíz era 1,1 hoy en día es 2,2”, dice Ernesto O’Connor, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina.
La relación a favor de la soja creció ininterrumpidamente en las últimas campañas. Ezequiel de Freijo, del Instituo de Investigaciones Económicas de la Sociedad Rural Argentina, denomina a este fenómeno flight to quality. “Más productores e inversores se volcaron al negocio de la soja porque las intervenciones oficiales generan incertidumbre sobre la producción del maíz, el trigo o la leche”.
Según un cálculo de López la mayor intervención oficial amplía la brecha entre el precio de mercado que un productor debería recibir por una tonelada de trigo y aquel que efectivamente cobra. En el caso del trigo recibe U$S 66 dólares menos por tonelada y en el caso del maíz U$S 52. “En la soja nada más que U$S 8, con lo cual eso explica por qué hoy muchos prefieren invertir en soja”.

Los números
Hay dos claves más que explican la sojización de la Argentina en todos estos años. Una es la firme demanda internacional. Se calcula que las compras chinas de granos de soja en 2010 fueron de casi 70 millones de toneladas. Datos oficiales del gobierno chino señalan que el país está en condiciones de producir 15 millones de toneladas y que el resto serán importadas. De los 54 millones de toneladas de granos de soja que China compró al mundo el año pasado, 11,1 fueron a la Argentina. El país es el tercer proveedor de esos granos con una participación de 20,4%, detrás de Brasil (33,9%) y Estados Unidos (43%).
La segunda clave por la cual aumentó la sojización, apuntan los economistas, es la falta de inversión en algunas áreas de la economía. Y acá aparece –por ejemplo– el tema del transporte. Un dato señala que para transportar la carga de un campo que produce soja hacen falta menos camiones que si se produce trigo o maíz. ¿El motivo? Que en la misma superficie el rendimiento de los cereales es mucho mayor al de la soja (en parte, gracias a la revolución ‘verde’ de la década del noventa) y por lo tanto los costos de movilizar la carga hasta el puerto son mayores. Según un cálculo de la organización Maizar, por cada millón de hectáreas de maíz se generan 8,7 millones de toneladas y eso significa 31.000 viajes de camión. En cambio, si fuese soja, un millón de hectáreas rinde 2,8 millones de toneladas, o sea, tres veces menos viajes de camión. Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL-Fundación Mediterránea, agrega que la falta de alternativas a mover la mercancía en camión (como puede llegar a ser el tren) incentiva definitivamente a sembrar más hectáreas de soja. Y esto es lo que se ha visto particularmente en el norte argentino. “Además de ser un negocio rentable resulta fácil de transportar. No es lo mismo transportar alimentos procesados, o incluso frutas, porque hay que tomar recaudos para que el producto llegue bien a término. Los granos se cargan en un camión y listo”.
Roberto Bisang, economista de la Universidad de Buenos Aires y especialista en temas agropecuarios, metió todos estos datos en la computadora unos años atrás y calculó cómo los costos de las distintas producciones inclinaban la balanza a favor de la soja. En un trabajo que realizó para la oficina de CEPAL de Buenos Aires, Bisang demostró que los costos de los agroquímicos de la soja subieron menos que los del trigo y el maíz en el lustro siguiente a la devaluación. Pero en 2005, alertó el economista, el salto de rentabilidad como producto de la devaluación comenzaba a deteriorarse como consecuencia de la suba de los costos. Bisang señaló que las alzas sucesivas de los precios internacionales en el último tiempo sirvieron para oxigenar los márgenes de los productores pero no lo suficiente para quebrar la hegemonía de la soja. Para el economista hoy la tendencia se mantiene. Pero también eso genera una fragilidad para el negocio. “La Argentina es como una empresa cuya facturación depende 50% de un único producto. Estás muy expuesto a las condiciones internacionales”.

El dilema de las exportaciones
Los especialistas aseguran que la proporción 70-30 a favor de la soja es producto de la intervención oficial en los mercados de trigo y maíz. Desde hace unos años la Secretaria de Comercio administra los registros de operaciones de exportación, una herramienta a través de la cual se asegura una cantidad suficiente de productos para atender la demanda local. De ese modo, explican en el Gobierno, las presiones inflacionarias cederán.
Pero los críticos de la política oficial argumentan que ese razonamiento es incorrecto. No sólo porque el proceso inflacionario en la Argentina tiene que ver con políticas que incentivan el crecimiento de la demanda más que el de la oferta. Sino porque el país pierde mercados de exportación.
Santiago del Solar, presidente de la Asociación Argentina de Maíz y Sorgo, dijo en la semana que “si las exportaciones estuvieran abiertas, el margen del maíz superaría ampliamente al de la soja, en algunos casos, por más del 100%”. Esto ocurriría, por ejemplo, en el centro de Santa Fe, Córdoba Norte, Sur de Santa Fe, entre otras zonas productivas. Y agregó que habría cinco regiones productivas que se beneficiarían especialmente, ya que en ellas los números del maíz –comparados a los de la soja–, hoy no cierran. “Además, son las que más necesitan de la rotación. Es el caso de la región Centro, que con exportaciones abiertas tendría un margen superior al de la soja en 37%, el NOA 31%; el Este, 11%; el Chaco santiagueño, 6%”. Como resultado de esta diferencia, se podría incorporar alrededor de un millón de hectáreas de maíz en la campaña próxima.
De todas maneras parece exagerado decir que en la Argentina existen trabas a la exportación de maíz o trigo. Prueba de ello es que en las Bolsas cotizan todavía los precios de futuros. Los corredores aseguran que las operaciones están en marcha y argumentan que la cantidad de toneladas de maíz necesarias para abastecer la demanda local son 8 millones de toneladas mientras la producción total de la actual campaña será de 25 millones. “¿Qué se hará con el resto si no es venderlo?”, dice Ricardo Baccarín, de la corredora de Bolsa Baccarín & Asociados. Según el especialista las quejas de los productores por las trabas tienen que ver con el timing de la operación que con la concreción de las mismas. “Las exportaciones se harán, el tema es que los trámites burocráticos hacen perder un buen precio en un momento determinado”.

Nadie sabe cómo
Con la sojización de la economía kirchnerista sucede algo parecido a la convertibilidad: muchos critican el fenómeno pero no hay propuestas concretas para torcer al rumbo sin generar grandes costos para la economía al mismo tiempo. Además, a diferencia de la convertibilidad, las actividades públicas y privadas crecen, se genera empleo –cosa que no sucedía con el 1 a 1– y las divisas dan margen de maniobra al Gobierno. Es cierto que hay quienes encienden la alarma y apuntan que la soja es una amenaza para los suelos de los campos. Según la Fundación Producir Conservando el 80% de las oleaginosas no repone los nutrientes de las tierras y eso genera un desbalance del carbono. “La Argentina hoy hipoteca su producción agropecuaria porque solamente se repone el 25% de los nutrientes”, dijo el otro día el ingeniero agrónomo Gustavo Oliverio en una charla que se tituló ‘¿Es sustentable el actual sistema de producción?’. Pero esa parece ser una discusión de muy largo plazo y no está instalada en la agenda económicopolítica.
Los productores del campo se hallan inmersos en una dinámica de la que por un lado son parte interesadas y, pero por el otro, la critican. Porque la decisión de producir maíz o trigo es compleja y cara. Pero al mismo tiempo optan por el camino de la soja, más simple y barato. Además, si la demanda asiática seguirá firme, ¿por qué la Argentina debería tomar medidas que frenen la expansión de la frontera sojera en el corto plazo?
O’Connor cree que la demanda china y de la india estarán en los próximos años. “El comercio mundial de soja está asegurado porque China ya decidió autoabastecerse en trigo, maíz y arroz pero importará soja”. ¿Puede el Gobierno generar los incentivos suficientes para contrarrestar los beneficios que genera una venta inmediata? ¿Acaso la demanda china no es un incentivo suficiente como para que la sojización continúe?
La proporción de toneladas producidas de soja versus trigo-cereales se mantuvo intacta en los últimos diez años. El motivo es que pese a la caída de las superficies sembradas con trigo y maíz, la productividad de estos cultivos permitió sostener los niveles de producción (e incluso aumentarlos). “Si aumenta la soja sube la producción de trigo”, explica De Freijo. Muchos productores hoy siembran trigo y luego lo que en la jerga se llama ‘soja de segunda’.
Los pronósticos de los expertos se chocan con los intereses de la política económica. Un estudio presentado por Gustavo López unos días atrás señaló que si el Gobierno no genera los incentivos para producir más trigo y maíz, la producción de granos en diez años será de 110 millones de toneladas (hoy 94 millones) y no de 135 millones como se había estimado unos meses atrás. “El crecimiento seguirá, pero podría haber uno mayor si las políticas se coordinaran mejor”.
El Gobierno lanzó en los últimos años una serie de iniciativas para revertir el proceso de sojización de la economía. Pero ninguno de los esfuerzos dio resultado. El primer intento fue con la resolución 125 en marzo de 2008. La norma aumentó la alícuota sobre la soja, redujo las del maíz y trigo, y también contempló incentivos para la industria lechera. Mientras desde el Gobierno dicen que la sojización de la economía aumentó porque la 125 fue rechazada, los productores y representantes del agro opinan que fueron las políticas del Gobierno las que aumentaron la dependencia del yuyo.
La producción de la soja, que el Gobierno y la oposición muchas veces critican, sostiene el mayor crecimiento del país en 100 años. (el economista)